En las relaciones amorosas, la palabra «límites» suele percibirse como algo frío y distante, como si fuera un muro de ladrillos que se levanta entre los corazones.
En realidad, los límites personales sanos son más bien una membrana semipermeable: protegen el mundo interior de las intrusiones, pero permiten dar y recibir amor, informa .
La falta de límites claros conduce a la fusión emocional, en la que la pareja deja de darse cuenta de dónde acaban sus sentimientos y empiezan los del otro. Asumen la responsabilidad de los estados de ánimo del amante, sacrifican sus propias necesidades para complacer y acaban acumulando un resentimiento colosal.
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Esto no es amor, sino una forma de codependencia. La capacidad de decir «no», «esto no me conviene» o «necesito estar solo» es un acto de respeto por uno mismo y por la relación.
Es una declaración honesta de tus límites que no permite que los resentimientos se acumulen en silencio. Una pareja que te valora aceptará estos límites no como un rechazo, sino como instrucciones sobre cómo afrontar tu mundo interior.
Muchas personas temen que, al afirmar sus límites, parecerán difíciles y serán abandonadas. Lo paradójico es que son las normas claras y articuladas las que crean una atmósfera de seguridad en la que florece la confianza.
La incertidumbre y el constante ocultamiento de la incomodidad repelen mucho más. Los expertos en relaciones hacen hincapié en que los límites no sólo deben establecerse, sino que deben aplicarse sistemáticamente.
Si dices que los insultos en una discusión son inaceptables para ti, pero los perdonas una y otra vez, estás enseñando a tu pareja que tus palabras no significan nada. Las acciones siempre son más fuertes que las declaraciones.
Por experiencia propia: durante mucho tiempo tuve miedo de decirle a mi pareja, muy sociable, que después de la semana de trabajo necesitaba urgentemente medio día de completo silencio para mí. Cuando me armé de valor y se lo expliqué no como un rechazo hacia él, sino como una necesidad de mi sistema nervioso, no sólo lo entendió, sino que empezó a valorar ese «tiempo privado».
Los límites no son una forma de mantener a tu pareja a distancia, sino una herramienta para definir una zona de comodidad mutua. Responden a la pregunta: ¿cómo podemos estar juntos sin dejar de ser nosotros mismos?
Es un diálogo constante y muy íntimo entre dos mundos que han elegido tocarse pero no consumirse. Las relaciones duraderas no las construyen dos mitades que no pueden vivir la una sin la otra, sino dos personas completas que han elegido estar juntas.
Y son unos límites claros y sanos los que ayudan a mantener esa integridad, haciendo que la unión no sea una jaula, sino un hogar espacioso y compartido en el que cada uno tiene su propia habitación.
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