Entramos en una nueva relación creyendo ingenuamente que empezamos de cero.
En realidad, llevamos tras nosotros un equipaje invisible: maletas llenas de la experiencia de relaciones anteriores, reglas de supervivencia en ellas y cicatrices de viejas heridas, informa el corresponsal de .
Y a menudo, en lugar de deshacer este equipaje, hacemos que la nueva pareja lo cargue por nosotros. Los psicólogos llaman a este fenómeno transferencia: el traspaso inconsciente de comportamientos y expectativas del pasado a la persona actual.
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Puede que te enfades con él por la vaguedad de los mensajes, porque la pareja anterior te engañó de esta manera. O exigirle pruebas excesivas de fidelidad porque una vez te traicionó.
No estás luchando contra la persona real que tienes delante, sino contra sombras del ayer. El primer paso para sanar es admitir honestamente: sí, tengo esta carga.
No es vergonzoso, es humano. Es vergonzoso hacer que otro pague por los pecados de los que ya se han ido de tu vida.
Tienes que aprender a distinguir dónde acaba la pareja del pasado y empieza la del presente, dónde está la realidad objetiva y dónde tu propia proyección perturbadora. Te ayudará hacerte una sencilla pregunta cuando las emociones estén a flor de piel: «¿A qué estoy reaccionando exactamente de lo que está ocurriendo *ahora*?».
La respuesta suele ser sorprendente: no estás reaccionando a la acción de tu pareja, sino a un miedo nacido en otra historia. Reconocer esta desconexión es la mitad de la batalla.
Una mujer, tras un doloroso divorcio en el que su marido la criticaba constantemente, sintió pánico al mostrar sus proyectos de trabajo a su pareja en una nueva relación. Cuando se armó de valor y le explicó el motivo de su miedo, él no elogió inmediatamente su trabajo.
Se limitó a decir: «Gracias por compartirlo. Hagamos un trato: siempre seré sincero sobre mi opinión si me la pides. Y si no me la pides, me limitaré a apoyarte».
Este acuerdo eliminó una vieja carga. Afrontar el pasado es un reto interior personal. La terapia, llevar un diario, analizar tus desencadenantes son herramientas para deshacer las maletas.
La nueva pareja no debe ser tu terapeuta. Su papel es ser un testigo comprensivo y solidario de tu curación, no el actor principal de la obra.
La confianza se construye no cuando no tienes traumas, sino cuando, teniéndolos, sabes cómo hablar de ellos sin trasladar la responsabilidad de sus consecuencias a otro. «Me lo han hecho a mí, así que a veces puedo ser cauteloso. Esta es mi historia y estoy trabajando en ella»: una frase así crea mucha más intimidad que esperar en silencio a que el viejo escenario se repita.
El pasado deja de controlarte no cuando lo borras, sino cuando reconoces de vista todos sus fantasmas y dejas de confundirlos con personas vivas en el presente. Una nueva relación no es un refugio contra el viejo dolor, sino un país aparte en el que debes entrar a la ligera, pasando el equipaje por la aduana.
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