Qué ocurre si idealizas a tu pareja: el peso de las gafas de color de rosa

Al principio de una relación, nuestro cerebro realiza un truco asombroso: pinta un retrato ideal de la persona amada, pasando por alto los defectos e hiperbolizando las virtudes.

Esta «ceguera hormonal» nos proporciona una sensación de euforia sin parangón, pero tiene un precio cuando las gafas de color de rosa empiezan a resquebrajarse inevitablemente, según un corresponsal de .

Tarde o temprano, el príncipe azul resulta ser sólo un hombre que desparrama sus calcetines, y la princesa de cuento de hadas resulta ser una mujer vivaracha con mal humor. El choque de la imagen ideal con la realidad llega a ser tan doloroso para muchas personas que prefieren romper la relación para no ver el derrumbe de sus fantasías.

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Los psicólogos llaman a este fenómeno «imagen dividida»: la incapacidad de mantener en la conciencia las cualidades buenas y malas de la pareja al mismo tiempo. En lugar de una percepción holística de la persona, se produce una oscilación entre dos polos: «es ideal» y «es terrible».

Este enfoque en blanco y negro no deja espacio para sentimientos complejos y reales. El amor maduro comienza precisamente en el momento en que permitimos que nuestra pareja no sea un ideal, sino una persona corriente, compleja y a veces contradictoria.

Dejamos de amar la imagen ficticia y empezamos a reconocer y aceptar a la persona real con todas sus «cucarachas» y rarezas. Es como pasar de un foco brillante pero cegador a una luz más suave y voluminosa que saca todos los detalles de la oscuridad.

Una de las formas más eficaces de bajar del cielo a la tierra es elaborar conscientemente para ti la lista más honesta de las cualidades de tu pareja. Incluye ahí no sólo su gran sentido del humor, sino también su molesta lentitud por las mañanas, no sólo su generosidad, sino también su terquedad.

Esta lista no es para juzgar, sino para recordarte la realidad. La idealización es a menudo una huida de la vida misma, con sus complejidades e imperfecciones.

Al aceptar a nuestra pareja en su totalidad, aprendemos a aceptar el mundo entero y, en última instancia, a nosotros mismos. Esto no es una derrota, sino una verdadera victoria de la madurez sobre los sueños infantiles.

Las relaciones sin gafas de color de rosa pueden parecer menos vibrantes, pero tienen la incomparable ventaja de ser reales. No construyes un vínculo con un fantasma, sino con una persona viva, y este vínculo puede resistir cualquier tormenta porque sus cimientos son la realidad, no la ilusión.

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