Por qué la sopa se enturbia: la explicación científica que volverá tu caldo cristalino

Un caldo de carne o pescado turbio suele ser decepcionante, sobre todo si esperabas una claridad noble como la de los platos de restaurante.

Este problema no está relacionado con la calidad de la comida, sino que es consecuencia directa de la violación de un sutil proceso físico que los profesionales llaman «clarificación», informa .

Cuando el caldo se enturbia, se produce en él una catástrofe coloidal. Diminutas partículas de grasa, proteínas y minerales, que idealmente deberían aglutinarse o sedimentarse, están en suspensión, dispersando la luz.

El culpable casi siempre es una temperatura de cocción demasiado alta. El caldo no debe burbujear ni hacer espuma, sino que sólo debe ondular ligeramente en la superficie como con la brisa.

Uno de los principales errores es verter agua fría sobre la carne y ponerla inmediatamente a fuego fuerte. El calentamiento brusco provoca la coagulación instantánea de las proteínas superficiales, que, como una cáscara, encierran los jugos en su interior y crean una masa de pequeños copos.

Estos copos son los que dan lugar a la turbidez, que ya no se asentará. La forma correcta comienza poniendo la carne en agua ya caliente pero no hirviendo.

Las proteínas se coagulan rápidamente en la superficie con floculantes gruesos, que se eliminan fácilmente con una espumadera. Este método permite que la mayor parte de las sustancias extractivas y la gelatina pasen al caldo, preservando su pureza y riqueza.

Tuve el privilegio de aprender de un anciano chef que cocinaba el caldo para el consomé casi por intuición. Nunca lo salaba hasta el final del proceso, argumentando que la sal en una fase temprana podría destruir el delicado equilibrio y extraer las proteínas adicionales de la carne. Su caldo era siempre claro como el ámbar e increíblemente sabroso.

La filtración es un arte aparte. Es inútil colar el caldo terminado a través de un tamiz normal, ya que sólo se pierden las partículas más pequeñas. Se necesita una gasa multicapa o una gamuza-tamiz superfina, o mejor aún, utilizar el método de clarificación con clara de huevo, que, al cuajar, captura toda la turbidez.

La agitación frecuente e impaciente es otro enemigo de la transparencia. Cada rotación de la cuchara levanta sedimentos del fondo y bate la grasa en una emulsión, que enturbia el líquido. Un caldo perfecto se cuece a fuego lento, espumando sólo de vez en cuando y sin perturbar nunca innecesariamente su tranquilidad.

No hay que olvidar las verduras, que a menudo se añaden para dar sabor. Las zanahorias, las cebollas y el apio, cortados demasiado finos, hervirán y producirán almidón y fibra, que también contribuyen a la opacidad general. Si se añaden trozos grandes o verduras enteras una hora antes de la cocción, perderán sabor pero no estropearán la textura.

Un caldo claro es algo más que estética, es un indicador de control sobre el proceso y una profunda comprensión de la química simple. Una vez que hayas conseguido el resultado perfecto, no podrás volver a un líquido turbio, porque la diferencia de sabor y percepción del plato será enorme.

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