El interminable debate sobre la nutrición antes y después del ejercicio es como buscar un elixir mágico.
En realidad, todo se reduce a la simple fisiología y a los objetivos específicos que te propongas, informa .
Comer entre una hora y media y dos horas antes del entrenamiento proporciona al cuerpo el combustible que necesita sin sobrecargar la digestión en el peor momento posible. Los hidratos de carbono de esta comida desempeñan el papel de gasolina disponible y las proteínas el de material de construcción para la futura recuperación.
Hacer ejercicio con el estómago vacío, especialmente por la mañana, puede ayudar a quemar grasa, pero a menudo es poco entusiasta y está plagado de mareos. Este enfoque requiere precaución adicional y es ideal sólo para ejercicios de baja intensidad.
Al final de un entrenamiento se abre la llamada «ventana metabólica», que, contrariamente a los mitos, no dura 20 minutos sino varias horas. Durante este periodo, los músculos son especialmente susceptibles a la absorción de nutrientes para la restauración del glucógeno y la reparación de los tejidos.
No te obsesiones con el momento exacto, sino simplemente ingiere una comida equilibrada de proteínas y carbohidratos en un par de horas después del gimnasio. Para la mayoría de los deportistas habituales, es más importante el equilibrio diario total de calorías y nutrientes que la precisión segundo a segundo de una comida.
Por otra parte, los líquidos, a diferencia de los alimentos, requieren una atención constante tanto antes como durante la actividad. Incluso una deshidratación leve reduce significativamente el rendimiento y aumenta el esfuerzo del corazón. Escucha a tu cuerpo y experimenta con el horario y la composición de tus comidas para encontrar tu propio ritmo ideal.
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